2 años ago

La cadena de la impaciencia

La forma y potencial de la búsqueda de significado mediante el trabajo y el impedimento que te niega su obtención.

Dedicado a: Valeria

Introducción. 

La búsqueda de significado en el mundo moderno es una de nuestras más grandes problemáticas. Una persona sin dirección, estructura o propósito no solo es una persona infeliz, sino que también es una persona que falla al mundo mediante la negligencia de abandonar el rol que podría ser llenado por el. 

Esta negligencia, sin embargo, por perjudicial que pueda ser para el individuo —tanto como para la sociedad que pierde su talento— es muy entendible, de hecho, puede ser que tu te hayas encontrado con el mismo problema en el pasado o que vayas a tener que lidiar con él en el presente o el futuro. 

De igual forma que un ave no puede volar libre en una jaula, los humanos no podemos alcanzar nuestro máximo potencial si estamos anclados mediante cadenas. Mientras que la búsqueda de significado es de por sí un gran reto, la presencia de susodichas cadenas solo lo complican más. 

Permíteme mostrarte el potencial de tu ser, así como de señalar uno de los obstáculos que te lo impide alcanzar. 

Vocación.

Una verdad difícil de aceptar en nuestra vida es que el significado de la misma cae bajo nuestra responsabilidad. Antes teníamos la religión, la cultura, el género y nuestros sistemas económicos para dirigir nuestra dirección. Incluso la ciencia, con su dubitativa naturaleza, es incapaz de brindarnos las respuestas necesarias. 

Por dar un ejemplo: Maslow, el afamado psicólogo estadounidense, se equivocaba. En su pirámide la autorrealización estaba hasta la cima; las necesidades fisiológicas, de seguridad, sociales y de reconocimiento estaban primero, sin embargo la búsqueda de significado y realización no son algo que solo viene después, sino que son parte de un deseo fundamental de la humanidad para reconocer su lugar.

El psicólogo y autor Viktor Frankl llegó a esta conclusión después de haber confrontado el infierno de 4 campos de concentración. Incluso creó una máxima: dar significado a la vida es precisamente el objetivo de la misma.

Para dar busqueda de este significado Viktor menciona 3 formas en su libro Man ‘s Search For Meaning: el amor —o preocuparse por otra persona—, la resiliencia —o confrontar los problemas con dignidad y valentía— y el trabajo —hacer algo significativo.

Es en la búsqueda de significado mediante el trabajo que encontramos el concepto de vocación: una voz o fuerza que nos llama para desempeñar una tarea. La vocación es la fuerza que fue experimentada por grandes personajes durante toda la historia —siendo Albert Einstein, Napoleon Bonaparte o el escritor Johan Wolfgang Von Goethe ejemplos de ello— pero que no es exclusiva de ellos; todos tenemos acceso. 

La capacidad de alcanzar esta grandeza —o como dice Robert Greene en su libro homónimo, maestría— es un proceso común, al acceso de cualquier persona que esté dispuesto a pasar por él.

Quizás te pueda sonar muy optimista. “¿Si todos tenemos acceso a la maestría por que tenemos tan pocos maestros?” Podría ser la primera pregunta nacida del escepticismo. Mientras durante gran parte de la historia, el conocimiento y acceso a herramientas eran controladas por elites —limitando así severamente la proliferación de maestros— la realidad es que la sabiduría emocional es el mayor limitante.

El fracaso está presente incluso antes de empezar; nuestras dudas, miedos, vergüenzas, aburrimiento y pereza infectan nuestro proceso y nos hacen incapaces de movernos por este camino prometido.

Reemplazamos la voz de la grandeza con la voz de nuestro limitante —lo que David Goggins, atleta y navy SEAL, llama nuestro gobernador. Esta voz limitante ayuda a dar excusas a nuestra incapacidad, a convencernos de que nuestros sueños eran muy difusos, ingenuos o imposibles.

Escapando de nuestro llamado, la voz de nuestra grandeza se vuelve cada vez más difusa. El ser respetado por el dinero o nuestra posición embriaga nuestra mente hasta el punto de la amnesia. Sin cuidado nuestra cobardía se expande por nuestra psique y nos constriñe –al menos parcialmente– en todos los aspectos de nuestra vida.

Cuando rechazas una parte de tu naturaleza es muy sencillo caer en la espiral del rechazo completo. Es en este ciclo que empezamos a vivir como seres inauténticos: asustados de nuestra expresión, de nuestros sentimientos y de nuestra responsabilidad.

Es el ser inauténtico que sufre la más grande crisis, sin importar que tan bien aparente estar, este es incapaz de respetar la creación de su vida. Aun siendo objetivamente una gran persona, sufre vergüenza al darse cuenta de que ese ser, por bueno que sea, no es el.

Entre más grande es su inseguridad más validación externa necesita para justificar su decisión. Incluso recurriendo a la amnesia temporal de su —potencial— posición ganadora, este es inevitablemente alcanzado por pequeños alaridos ingenuos de la voz de sus sueños.

Y es ahí, en esa retrospectiva, donde tiene que decidir cómo afrontar una de las preguntas más difíciles de la humanidad: ¿vivimos una vida digna de ser vivida?

Encontrar respuesta a esta pregunta no es sencillo. Incluso conociendo nuestra vocación —una tarea sumamente difícil y engañosa por sí misma— para realmente generar significado —y por ende una justificación a nuestra existencia— necesitamos transformar este conocimiento en acción, transformando nuestro ser en el proceso. 

…La habilidad para moldear el material en lo que queremos debe ser aprendida y cuidadosamente cultivada.

—JOHANN WOLFGANG VON GOETHE

Necesitamos pasar por el dolor de la disciplina; necesitamos pasar por 10,000 horas de práctica intensa; necesitamos reducir nuestro enfoque a la cultivación de nuestras habilidades más primordiales.

Pero quizás más importante aún, necesitamos quitarnos las cadenas que nos impiden iniciar este proceso en primer lugar.

La cadena de la impaciencia.

Una de las cadenas más importantes es la impaciencia. En el mundo moderno, plagado de gratificación instantánea, las personas escapan del compromiso mediante la promesa eterna de la libertad de elección.

La falta de compromiso pasó de ser una debilidad de carácter a una estrategia racional. ¿Por qué comprometernos a algo imperfecto cuando podríamos esperar algo mejor? Enfrascados ciegamente bajo esta promesa, pasamos toda nuestra vida en la pasividad.

La búsqueda de experimentar todo es una inseguridad existencial; un intento de olvidar nuestro tiempo finito como seres mortales y de rechazar la inevitable condición de no ser capaces de experimentar todo lo que deseamos.

Si bien es racional querer usar correctamente el finito tiempo de nuestras vidas, cuando planeamos demasiado terminamos desperdiciando el ya reducido tiempo que tenemos a nuestra disposición.

Teóricamente podríamos ser maestros de 6 a 7 cosas durante nuestra vida —ya que las 10,000 horas necesarias para alcanzar la maestría suelen ocurrir en un lapso de 7 a 10 años— pero en la práctica, incluso los más grandes genios de la historia, tal como Miguel Angelo, terminan consiguiendo de 3 a 5.

Esto es debido a que la maestría no es un camino recto y claro. Es una aventura en la cual debe haber mucha experimentación y descubrimiento. Tu no estas resolviendo un rompecabezas, estas descifrando la naturaleza de la vida misma.

Ser un maestro no es ser un experto. El experto entiende su rol como un fenómeno aislado, el maestro entiende su rol como una intersección entre su vocación, su existencia personal y la esencia de la vida misma; el maestro reconoce a la realidad en un sentido más profundo y personal.

Este tipo de logro no puede ser eficiente. Por definición, si algo puede ser optimizado, esto significa que ya está constituido. La maestría yace en el descubrimiento de lo sublime, por ende, no puede ser optimizada.

No te dejes engañar. No existen atajos hacia la excelencia. Buscar el camino fácil solo te va a llevar hacia lo sencillo y conocido, por ende, a lo mediocre.

Encuentra tu propósito mediante la vocación, desprendiendo primero a tu mente de la primera cadena; la cadena de la impaciencia.

Conclusión.

Las limitantes a nuestro potencial son muy diversas y complejas. Instruidos para tener miedo, los humanos llegamos a rechazar la búsqueda de lo sublime en una promesa falsa de seguridad y tranquilidad.

La vocación, por muy religiosa que pueda aparentar, es increíblemente racional. La búsqueda de aquella actividad que pueda requerir el máximo de tus habilidades es una gran oportunidad individual tanto como comunal.

Mientras que las promesas de certeza no tienen ni evidencia histórica fiable —las personas que “podían” predecir el futuro siempre han sido dudosas— ni un método de acción claro y sistemático —están casi siempre basadas en experiencias personales— la vocación si las tiene.

Dicho en otras palabras. Tenemos muchos ejemplos fiables de maestros y no de videntes así como también tenemos evidencia científica de cómo mejorar nuestras habilidades pero no de cómo predecir el futuro.

Busca —o desarrolla— tu vocación mediante la acción. Experimenta lo mas que puedas pero prepárate para obsesionarte en aquella actividad, habilidad o idea que te de la mas minima muestra de lo sublime.

Itera tanto como necesites. Reflexiona sobre tu experiencia y recuerda, que incluso siendo maestro en una sola cosa, da  suficiente oportunidad para encontrar tu vocación.

Te deseo mucha suerte.

Sin nada más que decir, me despido.


Photo by Miltiadis Fragkidis on Unsplash

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