Dedicado a: Hector Sixtos y Alexandra Nieves
Era marzo de 2022. Recientemente había terminado con mi novia y, por cada criterio, estaba completamente devastado. Aunque durante nuestra relación tuvimos muchos momentos mágicos, empezamos a sentir resentimiento y odio. Un ciclo que terminó en mí alejándome de ella.
Me encantaría decir que fue la elección correcta, pero no lo fue, ella era mucho más valiosa de lo que yo tenía la humildad de reconocer; cuando finalmente me di cuenta de mi error, ya era demasiado tarde, ella había seguido adelante y yo me quedé solo, roto y enojado.
Intenté todo lo que se me ocurrió para recuperarla, pero nada funcionó. Mi frustración crecía cada vez más y mi estupidez y explosividad seguían el mismo camino. Estaba completamente desesperado, los errores que cometí y la incapacidad de corregirlos me causaron ataques de pánico muy regulares e intensos; tuve una sensación perpetua de náuseas y ardor en el estómago durante más de seis meses.
Me dije a mí mismo que si solo tuviera una segunda oportunidad con mi ex, haría las cosas mucho mejor. Aunque nunca he sido religioso, desde el exterior cualquiera podría haber confundido mi mirada perdida con una oración silenciosa y avergonzada.
La respuesta que recibí tuvo el mismo sentimiento; se sintió divina. Mi ex regresó, pero no la que yo esperaba; en lugar de mi ex-novia de la universidad (María), fui contactado por mi primer amor, aquel que tuve cuando tenía 15 años, Fernanda.
Intercambiamos mensajes para acordar una cita. Aunque ella me contactó, ella instintivamente sabía que estaba cometiendo un error. Tenía un mal historial y patrón de lastimar emocionalmente a mis parejas, ella era solo el primer ejemplo de mi ciclo vicioso. Como con María, tuve una larga historia con Fernanda en la que la felicidad del romance era sólo lo suficientemente grande para compararse con el daño de la caída.
Sin decirle a nadie, ya que sabía que sus amigos y familiares le dirían que estaba cometiendo un gran error, Fernanda vino a mi casa el 10 de marzo; el cumpleaños de María. La coincidencia de la fecha es para mí una señal clara de que había algo que aprender ese día.
Cuando Fernanda entró en mi casa, ella inmediatamente reconoció la diferencia en mi carácter. En lugar de estar consumido por la timidez (el hecho de que nunca me declarara en dos años puede darte a entender lo miedoso que era), hablé de inmediato sobre cuánto me gustaba y lo terriblemente arrepentido que estaba por mis acciones y nuestra eventual separación.
Ella tampoco parecía la misma persona. Mientras la recordaba como una persona alegre y risueña, ahora tenía de frente a alguien que tenía fatiga y desesperanza tatuados en sus ojos.
Sin embargo, incluso cuando éramos dos extraños, no nos comportamos como tal. Necesitamos muy pocas excusas para mostrar todo el cariño y la amabilidad que solíamos esconder. Hablamos con naturalidad, incluso planeando los días venideros; que podríamos hacer.
Esa chispa olvidada estaba tan viva como siempre, incluso más que antes, teníamos la madurez de nuestro lado; ya no necesitábamos hacernos daño, ya que habíamos aprendido mucho; el miedo y la confusión ya no nos iban a separar, éramos esa excepción de que el primer amor también fuera el último…
O al menos así contaban la historia las mariposas de mi estómago… Aunque tuvimos algunos momentos de conexión muy profundas, aún existían muchas cosas que nos generaban distancia.
Fue honestamente una de las experiencias más confusas y traumáticas de mi vida: En un momento la estaba abrazando, escuchando cuidadosamente todos sus problemas y lo cansada que estaba de estar viva, para luego verla tratando de partir sin despedirse cuando fui a mi tienda local por botana. Al final, decidió quedarse a dormir.
Después de tener sexo, ella salió de mi habitación para fumar en mi azotea. Abrió su teléfono y sin ninguna intención de ocultarlo, ví el chat que tenía con su novio. Con una mano en su cigarrillo y la otra en su teléfono, envió un poema previamente escrito para terminar con él. Aunque me dijo que él era genial, ella por alguna razón prefirió estar ese día conmigo.
Verla en mi cama con su cabello cayendo ondulado sobre su rostro, ocultando sus rasgos excepto por su sonrisa y los hoyuelos alrededor de sus labios, capturó toda mi atención. Escucharla la mañana siguiente diciéndome que nunca volvería y que tampoco obtendría el perdón que tanto ansiaba tuvo el mismo efecto.
Parecía que mientras ella me recordaba, también tenía muchas otras memorias en su corazón, siendo su ex novio (no el que dejó la noche anterior, sino el anterior a ese) uno de ellos. Yo era solo uno de muchos que cruzaron su camino, como parecía que ella lo era para mí. «Nos ayudamos a olvidar«, me dijo antes de irse.
Estaba desconcertado. ¿Qué se suponía que debía aprender? ¿Hacer? Literalmente tuve una segunda oportunidad con lo que solía creer que era el amor de mi vida e hice todo lo posible para que se sintiera bien; para hacerla sentir amada y segura… pero aún así sentí que había fallado
Mientras pense y hable de esta experiencia varias veces, una respuesta satisfactoria no llegó hasta algunos meses después: en cualquier circunstancia, no cierres tu corazón.
Esta publicación es mi intento de justificar esta conclusión.
- Necesitas dejar morir la esperanza y tener aceptación.
La esperanza es una de las virtudes más hermosas y elegantes que conozco. Parece ser la intersección perfecta entre emoción y lógica; aceptas que no sabes cómo se desenvuelve el futuro, pero aun así esperarás que todo salga bien.
¿Por qué es tan poderosa esta afirmación? Porque la esperanza cambia la forma en que abordamos los desafíos. Una persona esperanzada superará a una desesperanzada simplemente porque cree que las recompensas llegarán. Esto lo hará actuar de una manera que aumentará la probabilidad de que las recompensas lleguen, promoviendo el surgimiento de una profecía autocumplida.
Por otro lado, no tener esperanza no es ser neutral, es ser desesperanzado, y como cualquier existencialista puede decirte, esa persona que no tiene nada por lo que luchar, nada bueno que le espere, sucumbirá inmediatamente cuando la fortuna comience su hábito de hacer lo que le plazca. Como dijo el psiquiatra y sobreviviente de 3 campos de concentración Viktor Frankl: «La vida nunca se hace insoportable por las circunstancias, sino sólo por la falta de significado y propósito».
Es parte de nuestra condición humana estar dudando constantemente de cuál es la razón por la que estamos aquí, y como una vida no puede ser realmente analizada ni justificada hasta que acaba, necesitamos una controversia. La esperanza proporciona esa controversia; trae duda a la pregunta de nuestra existencia. No importa cuán profundo estemos en el infierno, siempre que tengamos la creencia de ser actores de una obra superior, la carga se vuelve más manejable.
Sin embargo, como el cristianismo se dio cuenta, la esperanza no es omnipotente. Al igual que con cualquier otra virtud, la esperanza brilla cuando es apropiada, pero hay muchas otras condiciones en la vida para las cuales, al menos por ahora, no existe controversia.
Una de las condiciones sin controversia es la muerte. Si bien en nuestra cultura nos encanta jugar con el concepto de la muerte, la realidad es que una vez que sucede, no se puede revertir: hay pérdidas, hay finales y hay límites. Mientras que la esperanza nos brinda apoyo durante los momentos de duda, la aceptación nos brinda consuelo durante los momentos de certeza.
Si bien la muerte es fisiológica, también se puede experimentar metafísicamente: ser despedido de un trabajo, decidir mudarse a una nueva ciudad, dejar atrás a algunos amigos o perder a un amor son solo algunos ejemplos.
Momentos antes de que se fuera, recuerdo que Fernanda me dijo que realmente no nos amábamos, ya que solo estábamos jugando a estar en un momento en el que las cosas se sentían más cálidas. Si bien no estoy completamente de acuerdo, entiendo su punto: experimentamos literalmente lo diferentes que éramos ahora, pero aún así decidimos ignorar el cambio.
Nos aferrábamos a un tiempo, lugar y personas que ya no existían; estábamos rechazando la muerte de nuestra relación; los cambios estaban hechos; los momentos que anhelábamos ya se nos habían escurrido entre los dedos.
Nuestro tiempo se terminó, y ella lo sabía.
- Permite el renacer a partir de la muerte
¿Cómo podemos encontrar significado y tranquilidad en la vida si sabemos que todo tiene un final? Permitiendo que la vida siga su curso. Aunque en la biblia vemos la resurrección milagrosa de Jesucristo como algo positivo, no es raro ver los grotescos efectos de la negación de la muerte en nuestra cultura.
Mientras que el fénix es un hermoso pájaro que renace de sus propias cenizas, el homúnculo y el zombi comparten el mismo concepto repulsivo; un ser vivo pero pútrido e incluso demoníaco.
¿Por qué estos seres mitológicos se interpretan de manera tan diferente a pesar de tener una estructura subyacente casi idéntica? Aparte de la estética, el pájaro se considera virtuoso porque se consume por completo en cenizas antes de volver a la vida, mientras que el zombie resucita del cuerpo muerto (y a menudo medio consumido) mientras que el homúnculo proviene de los residuos y el esperma (ambos elementos que no son apropiados en el arte y ciencia de crear vida).
Para que algo nuevo comience, algo tiene que terminar antes. Este es el patrón de la vida, del proceso creativo y de prácticamente todo lo que puedas pensar. Parece ser que la naturaleza sigue fielmente esta regla, «En la naturaleza no hay generación», escribió el científico holandés Jan Swammerdam en 1669, «sólo propagación«.
No es que las cosas no puedan ocurrir simultáneamente, sino que no pueden estar al mismo tiempo y en el mismo lugar. Obtener cosas nuevas significa inevitablemente dejar ir cosas viejas. Si bien en nuestro subconsciente nos encantaría tener todo, vivir en esa amplitud solo hará que nuestra vida sea miserable, confusa e indefinida.
No es que Fernanda y yo no pudiéramos estar juntos. Fue que éramos solo actores en una obra que había finalizado; ya no tenía sentido recrearla, porque incluso si lo intentábamos, inevitablemente encontraríamos que el tiempo ya se nos había ido.
Dejar ir es paradójicamente una de las tareas más difíciles que debemos aprender. Como humanos, tenemos aversión a perder; sentimos el dolor de perder el doble de intenso que la alegría de ganar. Dejar ir también significa perder nuestro suelo, aceptando que lo que ha sido ya no está allí y que estaremos confundidos, perdidos e incluso ansiosos después.
¿Quién podría ser lo suficientemente estúpido como para soportar tal desafio voluntariamente? Sería como ir al ejército sólo para construir disciplina; aunque ciertamente es una solución efectiva, se siente excesivo, como si hicieras un cambio completo en tu vida solo para ajustar un pequeño detalle.
No creo que ese sea el caso. Creo que las recompensas de mantener las cosas con soltura son enormes en comparación con la carga del proceso. ¿Por qué? Porque es el camino para evitar la pérdida, ya que reconoces que nada era tuyo desde el principio.
Como dijo el filósofo chino Lao Tzu: «Quien actúa, derrota su propio propósito; quien agarra, pierde. El sabio no actúa, por lo tanto, no es derrotado. No agarra y, por lo tanto, no pierde«.
- Necesitas experiencia antes de comprometerte.
Amamos a los perdedores que se convierten en campeones. Probablemente el mejor ejemplo de esto es Rocky Balboa, el viejo boxeador, pobre y maltratado que logra continuar luchando contra todo pronóstico sólo por fuerza de voluntad.
Nos encanta esta narrativa porque la sociedad moderna también nos ha enseñado a sentirnos extremadamente inseguros acerca de nuestro valor. Nos proyectamos en personas como Rocky para poder soñar despiertos acerca de cómo nosotros también tenemos la posibilidad de convertirnos en campeones… solo necesitamos más esfuerzo.
Si bien luchar con todo nuestro corazón es, sin duda, una noble búsqueda cuando se utiliza para volverse más virtuoso, hay muchos problemas en la vida en los que no puedes salir adelante solo con fuerza de voluntad.
Un ejemplo son las relaciones. Intenta obligar a cualquier persona a comportarse exactamente como quieres y te darás cuenta de que esta fortaleza se ha deteriorado para transmutar en dictadura y abuso. Una relación saludable tiene lugar para que todas las partes sean valiosas y tengan opiniones.
Dejar que cualquier parte tome todo el control corromperá la relación. No se trata de quién gana y quién pierde, sino de cómo ambos pueden hacer un acuerdo del cual ambos se beneficien.
Las personas pueden ser extremadamente tercas, especialmente cuando se trata de creencias y hábitos profundamente arraigados. La mayoría de las personas ni siquiera están interesadas en cambiar, algunos por puro ego, otros por respeto a sus personalidades y su autonomía.
No importa la razón: no puedes cambiar a las personas, solo puedes influir en ellas. El cambio y la toma de decisiones siempre deben venir desde el interior del individuo, de lo contrario será falso.
No es tu responsabilidad hacer que tu pareja sea ideal para ti. Es tu responsabilidad hacer que el acuerdo entre tú y tu pareja sea lo más efectivo posible … y a veces, no hay más que malos acuerdos con alguien.
Piénsalo. ¿Cuál es la evidencia detrás de la creencia de que cada persona en el planeta también puede emparejarse con cualquier otra persona? No hay ninguna.
Elegir a tu pareja es difícil, no solo por el abrumador número de opciones, sino también por nuestra falta de experiencia. Entramos en el mercado de citas sin casi ninguna información sobre lo que tenemos para ofrecer y lo que otros pueden ofrecernos, así como sin conocimiento sobre lo que queremos y lo que quieren los demás.
Este conocimiento solo se puede obtener a través de la práctica; saliendo en citas. Necesitas esta experiencia para cerrar un buen trato.
Como dijo David Eipstein en su libro Range: «… Es como ser obligado a elegir a los dieciséis años si quieres casarte con tu amor de secundaria. En ese momento puede parecer una gran idea, pero cuanto más experimentas, menos buena parece esa idea en retrospectiva«.
Es más probable ganar el mayor premio en Powerball que encontrar a tu pareja ideal a la primera. Necesitas filtros para juzgar quién tiene una mayor probabilidad de ser una buena pareja.
Creo que uno de los filtros más poderosos que puedes usar es la experiencia previa: ¿Qué tipo de personalidad te complementa mejor? ¿Qué tan importante es el sexo para ti? ¿Tu religión o cualquier otra creencia política interfiere en la consumación de un noviazgo o matrimonio con otra persona? ¿Que puede ser algo intolerable para ti? ¿Qué papel quieres que tu pareja cumpla en la relación?…
Podría seguir por horas con estas preguntas. Dependiendo del contexto, podrías priorizar algunas mientras ignoras otras. De nuevo, no importa. Lo que importa es que permitas que la experiencia real calibre tu torcida percepción de la realidad.
Mientras que puedes sufrir por no poder actuar correctamente ante señales mixtas, como lo hice con Fernanda, vale la pena considerar que quizás no deberías aceptar a una pareja así para empezar; que la comunicación podría ser algo esencial para ti.
- La valentía viene de la vulnerabilidad, no de la negación
Incluso si decides cortar lazos con alguien para seguir adelante, la verdad es que muchas personas te suplicarán e incluso te amenazarán para que vuelvas con ellos. Aunque lo ideal sería que ambos terminen en buenos términos, la mayoría de las personas no lo aceptarán. Los cortes abruptos tienen una naturaleza evasiva de siempre parecer solucionables.
Soy el primer pecador. He fallado con muchas personas tanto en dar buenas rupturas como en aceptar que alguien ya no quiere que sea parte de su vida. En tales situaciones, estamos tentados a cometer algún acto audaz de vulnerabilidad; llegar hasta ellos en el aeropuerto solo para admitir lo equivocados que hemos estado y cómo no podemos imaginar la vida sin ellos…
Pero la verdadera vulnerabilidad no funciona así. Ser abierto con tu pareja es una decisión que importa desde el primer día hasta el final. Al igual que un atleta no puede negociar sus horas de entrenamiento si está verdaderamente enfocado en ganar, un amante no puede descuidar el papel de la vulnerabilidad y la honestidad si está verdaderamente enfocado en mantener el amor vivo.
Si bien es fácil ver una película romántica y comparar nuestras relaciones con ellas, es importante recordar que esas películas (o libros, lo que sea) se hicieron para el entretenimiento, y la vida cotidiana no es realmente tan entretenida, o al menos en el sentido de que siempre sea intensa y variada; una vida saludable tiene una buena proporción de predictibilidad y rutina.
A Erich Fromm le gustaba definir el amor como un arte, y como cualquier arte, el amor requiere mucha humildad y disciplina. Si alguien te ha descuidado, o tú has descuidado a alguien durante toda la relación, ¿realmente un gran oso y una caja de chocolates en forma de corazón van a arreglar algo?
La verdadera vulnerabilidad en una relación llega bastante temprano. Significa poder hablar incluso cuando estás enojado; significa permitir que algunos secretos fluyan aunque tengas miedo; significa poder mostrar tu cuerpo, mente y emociones sin filtro; significa hacer que el otro se sienta amado y apreciado, incluso si temes que no vayas a ser correspondido.
Los momentos no serán perfectos. Tendrás miedo como nunca. Probablemente te sentirás muy incómodo en una gran variedad de ocasiones.
Si bien el amor comúnmente se pinta de rosa, eso no significa que sea el único color que pueda adoptar. A veces el amor es confuso, aterrador e incluso agotador, pero eso no significa que sea falso.
De hecho, podríamos argumentar que es en estas etapas difíciles donde el amor brilla con más intensidad. Amar a tu esposa incluso cuando no estás seguro de cuánto tiempo vivirá; amar a tus amigos tan profundamente que temes que tus paredes se lleguen a derrumbar; amar a tu hijo incluso cuando te llega con un gran problema emocional a las 3 de la madrugada.
Acepta tus errores si has fallado al dar suficiente cuidado a alguien.
No dejes que otros te engañen haciéndote creer que el amor que es fácil de presumir es el único amor que importa.
Ser un buen amante ese día no arregló todo el daño que hice en el pasado. Nada podría hacerlo.
Muestra valentía cuando importa.
- Perdona al pecador, incluso si eres tú.
Las personas cometen errores. Si bien es básico, tendemos a olvidar, o incluso nos gusta desechar este conocimiento. Decidimos abrazar todo como personal: «Si le importara, se pondría en contacto conmigo», «No está respondiendo su teléfono, debe estar engañándome», «Olvidó mi cumpleaños, todas las mujeres solo se preocupan por sí mismas»…
Si bien no creo que esté mal tomar nota de las acciones que las personas toman y sus consecuencias, sé que a menudo ponemos demasiado énfasis en nosotros mismos: cómo «desean causar un efecto en nosotros» y no en las experiencias previas que hicieron que la persona aprendiera esos comportamientos en primer lugar.
En otras palabras, atribuimos demasiada importancia a nuestras acciones, cuando en realidad la mayoría de los errores que la otra persona cometió fueron causados simplemente por la ineficacia de su mentalidad. No es precisamente que quisieran hacer eso directamente contra nosotros, simplemente que quizás no sabían cómo hacerlo mejor.
Como dijo Mark Manson en su libro Models: «La incómoda verdad es que la mayoría de las mujeres van a tener altos grados de fricción y proyección cuando las conozcas. Con la mayoría de las mujeres que conozcas, las cosas simplemente no van a funcionar sin importar lo que hagas o digas».
Si bien Mark habló sobre las mujeres (ya que el libro tenía como público objetivo a hombres heterosexuales solteros), la verdad es que la fricción y la proyección están en todas partes y en todas las personas. Sin estas herramientas psicológicas no podríamos sobrevivir como individuos. Cada experiencia, tanto buena como mala, nos ha condicionado a comportarnos de alguna manera específica.
Cada comportamiento, incluso si es estúpido, perjudicial o peligroso, tiene una razón de ser; una necesidad subyacente que busca resolver.
- Hay muchas personas que engañan como forma de evitar ser engañadas ellas mismas.
- Hay personas que también tratan al género opuesto como basura porque tienen una mala relación con su madre o padre.
- Hay personas que han tenido vergüenza de su cuerpo toda su vida, por lo que temen estar desnudas o mostrar cualquier vulnerabilidad.
- Hay personas que evitan el compromiso porque tienen un miedo perpetuo de que algo “mejor” pueda venir en el futuro.
Como dijo James Clear, autor de Hábitos atómicos, «detrás de todo sistema de acciones hay un sistema de creencias«. Detrás de cada mecanismo para afrontar nuestros problemas, hay también un punto de inflexión que provocó que se necesitara ese mecanismo en primer lugar.
Entender que las personas no son inherentemente malas NO tiene como objetivo justificar sus acciones, sino entenderlas.
Todos tenemos áreas oscuras, todos hemos tenido malas experiencias y todos hemos hecho daño a otros también. Atribuir algo de responsabilidad a nuestras acciones puede ayudar en la prevención de que nos entreguemos a los mismos errores. Reconocer las fallas y las causas de ellas en otras personas también puede iluminar nuestras propias fallas.
Con un poco de humildad, todos tenemos la materia prima para comenzar una introspección profunda sobre quiénes somos y por qué hacemos las cosas que hacemos.
Esto funciona de la misma manera incluso si somos nosotros quienes hemos cometido un error. Mirar hacia adentro es mucho más efectivo para tratar la enfermedad que el concentrarnos afuera, en los aspectos más superficiales de la relación (como hábitos o preferencias neutrales). Lo más rápido que puedes acceder a una razón arbitraria para explicar por qué las cosas no funcionaron, más potencial tiene ese viaje interno, pues contrarresta la tendencia de apresurarnos.
Citando a Viktor Frankl una vez más: «… todo se puede quitar a un hombre menos una cosa: la última de las libertades humanas, elegir la actitud en cualquier conjunto de circunstancias; elegir su propio camino». A pesar de cómo hayan resultado las cosas entre tú y tu pareja, recuerda que no estás obligado a sentir ira, tristeza, resentimiento o culpa.
Esto es mucho más fácil de decir que de hacer, pero es posible. Si bien podemos argumentar que una relación nunca se termina (ya que los cambios que experimentaste por esa relación afectarán cada decisión posterior), creo que podemos distinguir entre estar inmersos emocionalmente en la conexión y ser capaces de recordar un poco lo que sucedió con algo de distancia.
Si bien no podemos avanzar en los recuerdos, podemos hacerlo en los sentimientos, y por lo que veo, no hay mejor solución para eso que el perdón.
«He lastimado, he pecado, he cometido errores». Así es como suena la responsabilidad.
El perdón permite una segunda oportunidad. El perdón permite que una historia trágica se convierta en una de aprendizaje y evolución.
El perdón no significa permitir que la persona regrese a tu vida y siga lastimándote por toda la eternidad. Significa permitir que ese pensamiento abandone tu mente.
Las personas que cometen errores sin ninguna culpa no se preocuparán por tu perdón de todos modos. Hazlo por ti mismo.
Hazlo para que tu corazón no se cierre. Hazlo para que seas capaz de amar de nuevo.
Hazlo para que también te des el permiso de volver a ser amado.
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Recuerda que valoro mucho cualquier tipo de retroalimentación, así que si hay algo que quieras decir, siéntete libre de expresarlo. Agradeceré cualquier crítica, cumplido o solicitud.
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